Jorge Sarasola

La lucha por la democracia británica

Comienza una semana que será fundamental para el desenlace del Brexit y que pone de manifiesto preguntas delicadas sobre la calidad de la democracia en el Reino Unido.

Actualizado: 02 de setiembre de 2019 —  Por: Jorge Sarasola

El miércoles pasado un parlamentario conservador llamado Jacob Rees-Mogg, euroescéptico, líder de la Cámara de los Comunes y hombre de confianza del primer ministro, viajó hasta el castillo de Balmoral en Escocia e interrumpió las vacaciones de la reina Isabel II. Mr. Rees-Mogg necesitaba que la monarca asintiera a la petición de Boris Johnson para suspender el parlamento británico. El verbo exacto en inglés para describir lo sucedido es uno muy arcaico y en desuso, “prorogue”, similar a “prorrogar” en castellano, pero en este caso referido a la discontinuación de la actividad parlamentaria. En otras palabras, “prorogue” sería un eufemismo para decir “suspensión.” Actuando bajo los parámetros del acuerdo tácito donde la cabeza de Estado no se inmiscuye en asuntos políticos, y para desazón de muchos que esperaban una intervención, la reina aceptó esa propuesta.

Dicha aceptación desató protestas en todas las grandes ciudades británicas, organizadas a través de redes sociales bajo el lema #StopTheCoup (Paren el golpe). Los mensajes en contra de la acción de Mr. Johnson no se hicieron esperar, y no solo desde bancadas opositoras. El actor, escritor y reconocido presentador británico, Stephen Fry, tuiteó una dura acusación:

“Lloren por Gran Bretaña. Un coup d’état enfermizo, cínico, horrible y peligroso. Niños que juegan con fuego, pero de forma mezquina y no accidental, se regocijan incendiando a esta antigua democracia y a los restos de la reputación que le quedaba a este pobre país.”

Antes de tomar partido por un lado o por otro, es importante comprender los hechos. Es común que se suspenda al parlamento en la etapa previa al “Queen’s Speech” (discurso de la reina). El “Queen’s Speech” es una instancia formal donde la reina acepta el programa de gobierno de un nuevo primer ministro. El tiempo de suspensión varía: en 2016 fueron cuatro días mientras que en 2014 el parlamento se tomó trece. Mr. Johnson, como flamante primer ministro, eligió el 14 de octubre como la fecha indicada para el “Queen’s Speech”, efectivamente suspendiendo el parlamento desde el 9 de setiembre hasta dicha fecha, por un total de 25 días laborales. También es importante recalcar que habría habido un receso parlamentario de todas formas entre el 13 de setiembre y el 8 de octubre, ya que durante este período se celebran anualmente las convenciones nacionales de todos los partidos políticos.

Las fuentes del gobierno aseguran que es perfectamente legítimo que Mr. Johnson tenga su “Queen’s Speech” – una instancia necesaria para comenzar a pasar legislación doméstica – en la fecha escogida. De hecho, cuando uno considera que ya iba a haber un receso, la movida del primer ministro significa que el parlamento perderá solo entre cinco y ocho días de trabajo. Si hace tres años que los parlamentarios se chocan contra un callejón sin salida respecto al Brexit, aseguran los aliados de Johnson, ¿entonces qué diferencia harán cinco días menos?

Del otro lado, se percibe a esta maniobra como una herramienta maquiavélica utilizada con el objetivo de limitar el poder de los parlamentarios. De acuerdo con la última prórroga negociada por Theresa May, el Reino Unido saldrá de la Unión Europea el 31 de octubre. Desde que Mr. Johnson asumió el poder, él ha sido tajante que a menos que la UE le de a su país un mejor acuerdo que el actual, el Reino Unido saldrá sin ningún acuerdo en dicha fecha.

Vale recordar lo que implica salir sin un acuerdo: una unión comercial y política con más de cuarenta años de antigüedad se evaporará de la noche a la mañana; no habrá un período de transición que es tan necesario para el mundo empresarial; no habrá un acuerdo comercial entre ambas partes; no se sabe qué sucederá con la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte; y la vasta mayoría de los pronósticos (incluso aquellos diseñados por el gobierno) establecen que, entre las diferentes formas que el Brexit podría tomar, esta sería la más perjudicial para la economía británica. Considerando que es sabido que hay una mayoría de parlamentarios en contra de esta opción, la suspensión les ata las manos a los opositores de Mr. Johnson, ya que solo tendrían tiempo entre el 14 y el 31 de octubre para evitar un “No Deal Brexit.”

Por fuera de las maniobras políticas que han caracterizado a esta larga saga, este último evento en la telenovela del Brexit pone de manifiesto profundas fisuras sobre la naturaleza de la democracia británica. Por un lado, las fuerzas pro-Brexit insisten desde hace tres años que no se ha honrado aún el resultado de un referéndum legítimo, algo profundamente antidemocrático. Por otro, los manifestantes actuales acusan al gobierno de ser antidemocrático por suspender el parlamento. En otras palabras, ambos bandos creen estar del lado de la democracia y acusan a los opositores de ser antidemocráticos. La colisión entre el veredicto de la democracia directa con la deliberación de la democracia parlamentaria explica este antagonismo.

A pesar de los intentos del gobierno de aumentar la presión sobre los parlamentarios, estos no se quedarán de brazos cruzados. En primer lugar, diferentes grupos de legisladores han denunciado la decisión de Mr. Johnson en la justicia con el objetivo de detener la suspensión. Sin embargo, el veredicto inicial de un juez escocés a una de estas causas determinó que no se habían satisfecho las condiciones para condenar la medida del primer ministro.

A los parlamentarios les queda una semana de actividad antes de la suspensión. La segunda opción para los miembros de la Cámara de los Comunes será pasar legislación obligando al gobierno a pedir una prórroga que posponga la salida de la Unión Europea hasta después del 31 de octubre. El primer obstáculo para lograr esto será obtener una mayoría, ya que varios conservadores deberán votar en contra de su propio partido. Esta semana Mr. Johnson declaró que aquellos parlamentarios que no apoyen al gobierno en esta instancia no podrán ser candidatos en una futura elección. En otras palabras, se condenaría a los rebeldes al ostracismo político. El segundo inconveniente es que, incluso si se llegara a una mayoría, continúa por verse si el gobierno obedecerá al parlamento. En una entrevista para la BBC el domingo, el parlamentario y mano derecha del primer ministro, Michael Gove, dejó traslucir en una de sus respuestas que el gobierno no acataría necesariamente el veredicto de la Cámara. El gobierno podría hacer oídos sordos a dicha legislación.

A partir de esta posibilidad emergen nuevamente complejas preguntas sobre la funcionalidad de la constitución británica en estas épocas turbulentas. La política británica, que opera sin una constitución escrita, en base a precedente, depende de acuerdos tácitos para que los gobernantes no abusen de su poder.

En caso de que fallase la opción anterior, un tercer camino sería un voto de confianza en el gobierno. Si una mayoría de la Cámara le retirase la confianza al primer ministro, se le daría la posibilidad a la oposición de armar un gobierno, o se llamaría a una elección nacional. La dificultad inicial para esta opción sería similar a la anterior: lograr que parlamentarios conservadores voten en contra de su propio partido.

Sin embargo, hay un elemento añadido que afecta no solo a los conservadores sino también a los centristas del partido Demócrata Liberal: oponerse a Mr. Johnson en esta instancia sería apoyar de forma indirecta al líder del laborismo, Jeremy Corbyn. Mr. Corbyn, percibido por muchos como un radical de la izquierda británica, no parece ser una figura atractiva para unir a las fuerzas anti-Johnson. Mientras que en Italia el Partido Demócrata y el Movimiento Cinco Estrellas dejaron sus conocidas diferencias de lado para formar un gobierno de coalición que alejara a la extrema derecha de Matteo Salvini del poder, aún no está claro si los partidos de la oposición británica podrán unirse de esa manera.

Dada la estrategia punzante desarrollada por Mr. Johnson en sus pocos meses en el poder, asegurándose de tener a esa mayoría de votantes pro-Brexit detrás de él, pocos dudan que una consecuencia natural de este impasse con el parlamento pueda ser que el primer ministro llame a elecciones anticipadas. Un duelo entre Mr. Corbyn y Mr. Johnson sería la metáfora ideal para capturar la polarización que caracteriza a la política británica actual.

Todos estos escenarios y dilemas son de suma complejidad y admiten diferentes lecturas. Lo que es claro es que el estilo de gobierno de Mr. Johnson de “mano dura” va en contra de las mejores tradiciones británicas. Primero, se suspende el parlamento temporalmente. Luego, se sugiere que el gobierno no tiene por qué obedecer las leyes que provengan de la Cámara. Por último, se castiga a los parlamentarios que voten en contra de su líder. Vale recordar que este primer ministro no goza de un mandato popular, ya que fue elegido por 0.2% del electorado en una elección interna del Partido Conservador. Mr. Johnson y sus aliados hicieron campaña a favor del Brexit con el loable objetivo de recuperar la soberanía total del parlamento británico. Que la consecuencia de un voto a favor de la soberanía del parlamento británico sea la suspensión de la democracia parlamentaria es irónico, por no decir hipócrita.



Las opiniones vertidas en las columnas son responsabilidad de los autores y no reflejan necesariamente posiciones del Portal 180.